El santo y la parrilla, señas de identidad de Huesca
El busto del santo en la procesión del día 10 de agosto.
San Lorenzo murió mártir en Roma el 10 de agosto del año 258 después de Cristo, durante la persecución contra los cristianos desatada por el emperador Valeriano. San Lorenzo es uno de los mártires más venerados desde hace muchos siglos, no solo en Huesca sino en el conjunto de la cristiandad. Los relatos de su martirio cuentan que Lorenzo murió quemado en una parrilla. El santo ha sido representado históricamente, por esa razón, portando este elemento. Y por ello la parrilla es también uno de los principales símbolos de Huesca y de las fiestas laurentinas.
La devoción y las tradiciones sobre san Lorenzo en tierras oscenses han tenido desde un principio dos centros principales: la basílica de San Lorenzo, en la propia ciudad de Huesca, y la iglesia de San Lorenzo de Loreto, a pocos kilómetros al oeste del casco urbano (Loreto era un pequeño pueblo que, como otros lugares, quedó despoblado en la crisis de los siglos XIV-XV, subsistiendo únicamente la iglesia hasta hoy). Los testimonios más antiguos de la tradición laurentina oscense corresponden al siglo XIII. En ese momento existían ya las iglesias de San Lorenzo, con sendas cofradías dedicadas al santo, tanto en Loreto como en Huesca. La primera mención de Huesca como lugar de nacimiento de san Lorenzo es también del siglo XIII; aparece además en un autor de la importancia de Gonzalo de Berceo, en su obra El martirio de san Lorenzo. A comienzos del siglo XIV, san Lorenzo, junto al otro patrón de Huesca, san Vicente, fue representado de forma muy destacada en la portada gótica de la catedral de Huesca. De los siglos XIV y XV son asimismo las primeras noticias de la familia oscense del mártir: sus padres san Orencio y santa Paciencia y su hermano gemelo san Orencio, que luego sería obispo de la ciudad francesa de Auch (estos dos santos, a los que la tradición laurentina hizo hermanos, vivieron no obstante en épocas distintas: Lorenzo fue mártir en el siglo III y Orencio obispo en el V).
Prueba de la devoción y cariño que los oscenses sienten por su santo son los versos que E. Banzo escribiera en su Himno a san Lorenzo, cantado en los oficios laurentinos y que alcanzan hoy su máximo esplendor artístico como colofón de las solemnes Completas del día 9:
San Lorenzo, patrono de mi tierra,
de esta tierra bendita de Aragón,
que en su alma celosamente encierra
siempre viva la llama de tu amor.
Los oscenses, postrados a tus plantas,
y admirando tu fe sobre el dolor,
te suplican infundas en sus vidas
los alientos que el cielo te otorgó.
Te ofrecemos primicias de los campos,
fecundados por ese mismo sol,
a cuya luz tus ojos entreabrieron,
en tu cuna de oscense y español.
Acepta nuestra ofrenda perfumada
con el mejor perfume: la oración;
y vierte sobre Huesca y sobre España
la dulce gracia de tu bendición.
San Lorenzo, patrono de mi tierra,
de esta tierra bendita de Aragón,
que en su alma celosamente encierra
siempre viva la llama de tu amor.
Los oscenses, postrados a tus plantas,
y admirando tu fe sobre el dolor,
te suplican infundas en sus vidas
los alientos que el cielo te otorgó.