La peste llama a la puerta

Hacia 1648 hubo noticias de la presencia del mal en el Bajo Aragón, procedente de tierras de Valencia. Poco a poco, fue avanzando hasta alcanzar el corazón del reino, -tal vez a través del Ebro- y, en un momento dado, alcanzó Huesca.

Es sobradamente conocida la historia de un hombre enfermo que llegó hasta la casa de sus parientes en el barrio de la Población (actualmente, los alrededores de la plaza de Alfonso el Batallador). Cuidado por su familia, contagió su mal a la misma, así como a otros miembros de ella, que residían en Barrionuevo (actualmente, alrededores de la plaza de Mesnaderos). Dos meses le costó a la ciudad darse cuenta exacta de la situación.

La escasez de medios de diagnóstico retrasó las medidas de aislamiento y, al cabo de esos dos meses, la ciudad contaba con dos potentes focos de expansión del bacilo, que obligaron a poner en marcha medidas más drásticas.

 Pregón de la peste 

 Pregón de aislamiento

Utilizamos cookies propias y de terceros para analizar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Puedes obtener más información y configurar tus preferencias aquí