Sitúate en el centro de la plaza Navarra y cierra los ojos. Ahora, imagina que viajas hasta principios del S.XX. Esta plaza se acaba de convertir en el nuevo centro de la ciudad. A su alrededor, están surgiendo todo tipo de negocios; circulan carruajes en todas las direcciones y entremedias conversan más de una decena de corrillos. Otros miran con atención los frutos de las huertas que todavía ocupan uno de los laterales de la plaza.
Fondas, hoteles, cafés y bares, como el Universal o el Doré (que hoy es el Flor), animan un entorno presidido en el centro, como hoy en día, por la fuente de las Ninfas o de las Musas que se instaló en 1885 para celebrar la traída de aguas a la ciudad.
En aquellos años, albores del siglo XX, los republicanos buscan una nueva sede. Desde 1877 se habían reunido en un club recreativo llamado Sociedad del Círculo Oscense hasta que en el año 1900 deciden que ha llegado el momento de construir su propio edificio, un nuevo centro laico y profano, más adecuado para una sociedad con ansias emancipadoras. Y qué mejor espacio que esta zona de huertas en pleno centro de la ciudad para erigir una sede vital, práctica, elegante y moderna.
Dicho y hecho. Encargan el proyecto al arquitecto municipal: Ildefonso Bonells Rexarch. Éste, con la ayuda del arquitecto, pintor, diseñador y artista Ricardo Magdalena; diseña un palacete civil muy vanguardista basado en la arquitectura civil francesa y andaluza de los siglos XV y XVI. Sería mucho más que un edificio, el símbolo de modernidad de la ciudad con el cambio de siglo.
La construcción del imponente Casino la concluirían los arquitectos Ignacio Cano y José Benedicto. En cuanto a la financiación, no fue nada fácil. Los socios del Círculo Oscense se ven obligados a pedir un préstamo: Novecientas acciones de 250 pesetas cada una. Ése fue el precio de la insignia oscense del progreso y la modernidad.
Así comenzó a erigirse el edificio que tienes enfrente y cuya hegemonía sigue vigente en la actualidad. Se cimentó en un entorno de huertas y reafirmó este espacio como epicentro de la ciudad, un lugar privilegiado en el que se recibía y agasajaba a todo personaje importante que visitara Huesca.
Es un testigo único de los últimos cien años; frente a él se instalaron, por ejemplo, las casetas del cinematógrafo que mostraron en 1905 la primera película rodada sobre Huesca; o la plaza de toros provisional que se levantó en 1929.
* Fotografías cedidas por Vicente Lachén
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